En la Televisión comercial la permanencia de un programa al aire depende, principalmente, de tres razones: bajos costos, altos ingresos y puntos de rating. Tres aspectos que juntos o separados definen el tiempo de vida de casi cualquier producción: bajo rating o bajos ingresos, o altos costos… o una combinación de ellos aniquila al proyecto. Pero hay que tomar en cuenta otros factores que también sepultan un concepto de Televisión bajo la palabra fracaso, y que suelen anteceder el resultado de los números. Para medir con más precisión las posibilidades de éxito de un programa no basta tenerlo al aire y esperar sus índices de audiencia al día siguiente o pesar el volumen de sus ventas ni controlar sus gastos.

Hay que analizar si fue programado en el canal y horario adecuado. Si la frecuencia -lunes a viernes o fines de semana- hace sentido con su contenido, y si la duración total de cada emisión o capítulo es correcta. Qué se trasmite antes y después del programa es muy importante, porque si el espacio rompe hábitos o ambientes del hogar, está condenado a saltar en el tono de ese segmento de televidentes. No es lógico que termine el capítulo de un melodrama e inicie la trasmisión en vivo del circo. La primera impresión del público es de rechazo, y cambia el canal buscando emociones similares a las de su telenovela. Es de mal gusto hacer chistes después de un velorio. Y por último: el tiempo al aire desde el primer día de trasmisiones. Todo concepto creativo tiene sus tiempos para atraer la atención.

Así como un lector abandona un libro que no le gusta cerca de la página cincuenta y un espectador sale del cine después de veinte minutos de estar viendo una película que le aburre, los programas de Televisión tienen un tiempo para posicionarse, transformarse antes de ser aceptado o rechazado.

Las telenovelas necesitan no menos de treinta capítulos para introducir cambios en la historia y sus personajes, las series requieren de entre diez y quince capítulos para atrapar la atención y las revistas de entretenimiento de tres a seis meses para hallar la fórmula que se acomode a las necesidades de entretenimiento de los televidentes.

En cambio, los deportes están muy posicionados porque se enfrentan nombres de equipos o deportistas y basta que se anuncie una trasmisión de un juego o torneo para que el público, conocedor de los resultados de esos nombres, sintonice el evento.

Podemos considerar un fracaso a una producción televisiva de bajo rating y bajos ingresos cuando se haya cumplido con inteligencia la responsabilidad de programar en el horario, día y canal adecuados, con la duración lógica por emisión o capítulo para ese contenido y teniendo en cuenta que se haya hecho una promoción de lanzamiento original, comunicando los valores del producto. Si alguna de estas condiciones no se cumplen se corre siempre el riesgo de echar a la basura un diamante para el que no se encontró la vitrina adecuada ni los compradores interesados en piedras preciosas. Se puede destruir una inversión y lo que es peor: repetir una y otra vez el error. En tiempos donde las ideas valen más que las compañías, hay que cuidar lo que se desecha, porque la escasez siempre es una amenaza.

 

Por Alexis Núñez Oliva, Productor Ejecutivo 

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