La Televisión no puede compararse con el cine. Son lenguajes y objetivos distintos. Sería como compararla con la Internet o con un video familiar. Pero la Televisión obtiene de otros medios aspectos que perfeccionan su propio lenguaje. Así ocurre con dos áreas importantes que en el cine constituyen arte: la musicalización y la fotografía.

Me detendré sólo en la musicalización porque es un tema muy amplio y lleno de oportunidades para conseguir un mejor programa de televisión. En algunas productoras de Televisión el musicalizador es un cargo sin mucha importancia. Es prácticamente un operador que pone música, la sube y la baja, la cambia y de vez en cuando pone algún efecto. Eso es en realidad un operador porque no predomina el criterio artístico. La persona que musicaliza un programa debe tener conocimientos de música, edición, efectos y contar con una capacidad excepcional para escuchar y descubrir sonidos, crearlos y componer música para incidentales, desde simples acordes hasta melodías completas.

El musicalizador lee e interpreta el guión con la misma intensidad que los actores y conductores. Tiene la sensibilidad para entender cuándo la música hará sentir placer, miedo o cuándo será necesario provocar llanto. Cuando un buen musicalizador está ante un video, no puede tener como obstáculo el sonido original del material. Debe ir más allá e imaginar qué sonido tendría si él lo hubiera grabado.

A partir de ese análisis, el musicalizador debe proponer su concepto para completar y mejorar todo lo que sea posible de la banda sonora. Debe trabajar sin timidez y sentirse productor del diseño de sonido, porque el sonido lleva un diseño en la Televisión.

Si un programa de Televisión incluye voz off, el musicalizador debe dirigir la grabación de la voz, las inflexiones, las pausas, las intenciones. Uno de los mejores momentos en un programa de Televisión para un musicalizador son las transiciones, ese instante en que el giro de la historia o el texto del personaje permite lucir el trabajo con efectos y música. El acento preciso.

La musicalización en Televisión es algo muy serio que no siempre se toma con criterio profesional. Debe destacar las emociones creando otras, llevándolas al clímax. La realidad actual no es así. Lo habitual es que ese gran momento de una historia o de un programa de entretenimiento se convierta en uno de los peores de todo el programa, porque faltó precisamente ese acento de la musicalización.

Un buen programa de Televisión puede no conseguir sus objetivos emocionales por errores en la musicalización, al ignorar la importancia del sonido antes que las imágenes en movimiento.

En el manejo de las emociones en Televisión tiene un gran peso la musicalización, como sí lo consigue el cine, sin espacio para el error.


Todo lo que se ve, se escucha

En televisión hay que escuchar todo lo que se ve, como ocurre en la vida diaria. No podemos pensar en el paso del tren si recordar el sonido de la sirena y de las ruedas contra los rieles. Si en una escena dos actores hablan intensamente de su amor en plena vía pública, y a cien metros detrás de ellos pasa un auto, debe escucharse, teniendo en cuenta la lejanía en el momento de dar nivel al sonido, lo que llamamos plano sonoro. Además debe escucharse el ambiente del exterior. Por muy silencioso que sea el sitio, el silencio es también sonido ambiente.

En la Televisión que diariamente veo es frecuente la repetición de errores de musicalización, con muchas ausencias de efectos, sonidos y música. Es lo que yo llamo televisión para sordos. Tal parece que algunos musicalizadores trabajan como si los televidentes no tuvieran orejas.

El cine tiene un estricto cuidado con la banda sonora, que no es más que una correcta musicalización.

Es responsabilidad de las compañías productoras de televisión encontrar musicalizadores idóneos y dejar de llamar musicalizador a un operador de audio que se encarga de niveles, pero no del concepto de la musicalización. Los productores tienen la obligación de remunerar en su justa dimensión este puesto, respetarlos y dirigirlos como verdaderos expertos, haciéndolos participar de todo el proceso creativo y no sólo entregándoles al final una producción editada para que le ponga alguna melodía. Un musicalizador profesional es el complemento exacto que enriquece los valores del guión y de la edición final de un programa de televisión, con el orgullo de conseguir en los televidentes nuevas emociones.

Los musicalizadores son también escritores a través de la música, los efectos y los sonidos, aunque todavía no los hayamos reconocido como coautores de las historias.

Por Alexis Núñez Oliva
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